Mantén tu PC bien refrigerado con estos cinco consejos – MuyComputer

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Tener el PC bien refrigerado es algo imprescindible, no solo porque esto afectará al rendimiento y a la estabilidad del equipo, sino también porque puede acabar reduciendo su vida útil. No es un secreto, el exceso de calor no es nada bueno para los semiconductores, y por tanto tampoco lo es para el procesador, la tarjeta gráfica, la memoria RAM, el SSD y cualquier otro componente que utilice chips.
En condiciones normales, un problema de exceso de calor no tiene porque provocar daños graves, de hecho lo más probable es que no suceda nada más allá de una caída de rendimiento o, en el peor de los casos, un bloqueo o un reinicio del sistema. Esto es así porque muchos componentes actuales tienen sistemas de protección integrados que, en caso de detectar picos anormales de temperatura, entran en funcionamiento para evitar males mayores.
Sin embargo, lo anterior no quiere decir que esos componentes sean inmunes al calor y que podamos confiarnos, de hecho ocurre todo lo contrario. Cuando un componente, como un procesador, por ejemplo, trabaja a una temperatura demasiado alta de forma continuada, puede producirse un desgaste prematuro a nivel de silicio que hará que, al final, deje de funcionar. Lo mismo aplica a otros componentes, obviamente.
Mantener el PC bien refrigerado hará que los componentes no tengan problemas de temperatura, y esto les permitirá tener una mayor vida útil, funcionar de una manera totalmente estable y alcanzar sus picos máximos de rendimiento. Este último aspecto es muy importante, ya que, como sabrán muchos de nuestros lectores, a día de hoy muchos componentes escalan su frecuencia de trabajo en función de la temperatura que registran, lo que quiere decir que si no tenemos el PC bien refrigerado sus picos máximos de frecuencia se verán reducidos, y con ello su rendimiento.
En este artículo te vamos a dar cinco consejos que te ayudarán a tenerlo claro, y que te permitirán contar con una base sobre la que empezar a optimizar tu equipo, tanto si ya lo tienes montado como si todavía no has dado el paso. No obstante, recuerda que si ya tienes un PC montado, y quieres mejorar su refrigeración, el proceso será más tedioso, ya que puede que tengas que desmontar y montar componentes.
Como os digo siempre, si al terminar de leer este artículo tenéis cualquier duda podéis dejarla en los comentarios y estaré encantado de ayudaros a resolverla. Sin más preámbulos, vamos a ello.
Aquí podemos ver que cada componente tiene un sistema de refrigeración acorde a sus necesidades. La RAM utiliza un sistema pasivo, y el procesador, un Ryzen 7 5800X, está acompañado de una refrigeración líquida de 360 mm.
Es el pilar central de este artículo, y debe serlo de cara a montar un PC bien refrigerado, ya que no todos los componentes necesitan el mismo tipo, ni la misma potencia, de refrigeración. Vamos a verlo con un ejemplo muy sencillo, imagina que quieres montar un nuevo equipo, y que el corazón del mismo va a ser un Intel Core i5-12400. En ese caso, no necesitas un sistema de refrigeración muy potente, ya que el procesador tiene un TDP base de 65 vatios, y un pico de 117 vatios en modo turbo.
El sistema de refrigeración que trae de casa sería suficiente para controlar ese Intel Core i5-12400, aunque lo ideal sería montar una solución un poco más potente para mantenerlo por debajo de los 70 grados. Por contra, si vamos a montar un Intel Core i9-12900K, tendremos que buscar un sistema de refrigeración mucho más potente, ya que este tiene picos de consumo que alcanzan los 226 vatios a frecuencias de stock, y los 286 vatios con overclock. En este caso lo ideal sería un kit de refrigeración líquida de 360 mm con tres ventiladores.
Lo mismo ocurre con las tarjetas gráficas, aunque estas vienen siempre con un sistema de refrigeración preinstalado, así que, dependiendo del consumo de cada modelo en concreto y de la calidad de su sistema de refrigeración, puede que nos encontremos con configuraciones óptimas, buenas, aceptables y poco recomendables. No es un tema que debamos tomarnos a la ligera, y es que la diferencia entre un buen sistema de refrigeración, con un gran radiador y tres ventiladores, y otro mediocre, con un radiador más pequeño y un ventilador de tipo turbina, puede ser, cuando hablamos de una tarjeta gráfica de alto rendimiento, de hasta 20 grados.
En el caso de otros componentes, como por ejemplo la unidad SSD o la memoria RAM, es suficiente con un sistema de refrigeración pasiva, como un radiador o un chasis metálico. Este tipo de sistema podría dar pie a temperaturas relativamente altas, pero evitará que el calor se acumule en los chips, y lo distribuirá por la superficie del radiador o del chasis. Si tenemos un buen flujo de aire en el PC, ambos se beneficiarán de ello y registrarán unas temperaturas más bajas.
Porque un componente que no cuente con la refrigeración que necesita rendirá por debajo de lo esperado, puede acabar provocando problemas de estabilidad, lastrará el correcto funcionamiento del equipo puede, en casos extremos, «morir» antes de lo esperado.
Aquí tenemos un flujo de aire clásico que se ve reforzado por tres ventiladores laterales, que meten más aire frío, y dos superiores, que sacan aire caliente.
Lo que hemos visto en el punto anterior es que, en definitiva, cada componente debe tener un sistema de refrigeración propio y acorde a sus necesidades. Ese es el plano que podemos denominar como de enfriamiento individualizado de cada componente. Sin embargo, como tenemos a diferentes componentes encerrados dentro de un chasis, se produce un calor residual que queda atrapado dentro del equipo.
Si ese calor se acumula, la temperatura interna puede dispararse, y esto haría que los sistemas de refrigeración de cada componente tuvieran que trabajar con mayor intensidad para poder compensar ese aumento de temperatura. Tenemos, por tanto, dos escenarios posibles, uno en el que esos sistemas de refrigeración tienen que trabajar más de lo normal, lo que podría acortar su vida útil, y otro que se daría en caso de que estos no puedan dar más de sí, lo que daría pie a aumento de la temperatura de trabajo de cada uno de esos componentes.
Para evitar que esto suceda, y para tener el PC bien refrigerado, es necesario crear un buen flujo de aire, especialmente en equipos pequeños y compactos, porque el espacio interno es más limitado y las transferencias de calor entre componentes se producen con relativa facilidad. Bien, ¿y cómo puedo crear un buen flujo de aire? Aunque la ejecución puede variar en función del tamaño del chasis y de la distribución de componentes, al final todo se resume a una idea muy sencilla: creando una corriente de entrada y salida de aire.
La manera más básica, simple y efectiva de crear ese flujo de aire para tener un PC bien refrigerado consiste en tener, al menos, un par de ventiladores en la parte frontal del chasis, y al menos un ventilador en la parte trasera del chasis. Con esa configuración estaríamos metiendo aire frío con los dos ventiladores delanteros, y sacando aire caliente con el ventilador trasero. Esto sería suficiente para evitar que el calor se acumule, y generaríamos esa corriente de aire frío que tanto puede ayudar a los componentes que utilizan sistemas de refrigeración pasiva.
Porque un equipo que no tenga un buen flujo de aire acabará registrando temperaturas elevadas en todos sus componentes, y puede que eso acabe dando problemas graves, incluyendo pérdidas de rendimiento, bloqueos y reinicios del sistema, incluso aunque tengamos cada componente bien refrigerado de forma individualizada.
Los ventiladores están colocados de forma correcta. Los tres de delante, y los tres del lateral, meten aire frío del exterior, mientras que el ventilador trasero y los dos superiores sacan aire al exterior.
Ya hemos visto que, para tener el PC bien refrigerado, necesitamos crear un buen flujo de aire. Para conseguirlo, debemos tener claro en qué dirección queremos generar ese flujo de aire, y colocar los ventiladores de la manera adecuada. Esta es la base, pero no debemos olvidarnos de que, además, también entrarán en juego las reglas más básicas de la termodinámica, y que ir contra ellas puede jugarnos una mala pasada.
Siguiendo el ejemplo que hemos puesto en el segundo punto, para tener un PC bien refrigerado nos bastará, en casi todos los casos, con crear una corriente de entrada de aire frío por el frontal y salida de aire caliente por la parte posterior. Para conseguir esto, debemos mover el aire en esa dirección, es decir, de forma lineal con entrada desde el frontal y salida desde la parte posterior. No obstante, debemos tener cuidado de no introducir ningún otro ventilador que pueda afectar negativamente a ese flujo de aire.
Introduzco ese matiz porque muchos utilizan un sistema de refrigeración clásico con radiador y ventilador para su CPU, pero no siempre son conscientes de cómo debe estar orientado dicho ventilador. Dado que estamos creando un flujo de aire de derecha a izquierda, el ventilador de la CPU debe trabajar también en esa dirección, ya que de lo contrario estaría empujando aire en la dirección contraria. Para saber si has colocado el ventilador correctamente, solo tienes que recordar que la cara «bonita» es la que coge aire, así que si quieres sacar el aire caliente del PC esta debe estar orientada hacia dentro, mientras que si quieres meter aire frío, debe ir orientada hacia afuera.
No quiero terminar este apartado sin concretar el tema de la termodinámica al que he hecho referencia. Como sabrán muchos de nuestros lectores, el aire caliente sube de forma natural, lo que significa que, dentro de un PC, el calor acumulado podrá salir también por la parte superior del chasis si este tiene aperturas en esa zona. Si quisiéramos mejorar el flujo de aire colocando ventiladores en esa parte, estos tendrían que estar orientados hacia adentro, es decir, deberían sacar aire al exterior, y no al revés, ya que estaríamos luchando contra la tendencia natural del aire caliente, y esto sería contraproducente.
Es importante porque si colocamos los ventiladores con una orientación equivocada podemos bloquear de forma total o parcial el flujo de aire que queríamos crear, y esto podría contribuir a la acumulación de aire caliente en el interior del equipo, algo que es totalmente contrario a lo que buscamos.
No hace falta aplicar una gran cantidad de pasta térmica, de hecho no es nada recomendable.
La pasta térmica juega un papel mucho más importante de lo que muchos creen, y es que, sin ella, no podríamos tener bien nuestro PC bien refrigerado. El motivo es muy sencillo, piensa, por un momento, en lo que ocurriría si unieras el IHS de un procesador con la base de cobre de un ventilador, o de un kit de refrigeración líquida, sin aplicar pasta térmica. Sí, habría una transferencia de calor entre ambos, pero esta no sería óptima, y al final podríamos acabar teniendo problemas graves de temperatura.
Lo anterior tiene una explicación, y es que, al final, ambas superficies de metal no solo no tienen una superficie totalmente uniforme y regular, sino que además suelen tener espacios microscópicos donde pueden quedar atrapados pequeños depósitos de aire y suciedad, lo que hará que el contacto sea todavía peor de lo que cabría imaginar. Aplicar pasta térmica crea una capa de contacto adicional que resuelve todos esos problemas, y que acelera la transferencia de calor entre ambos componentes.
Utilizar la pasta térmica no es complicado, pero debemos tener claro cómo hacerlo, ya que una cantidad demasiado pequeña puede darnos problemas, y una aplicación excesiva tampoco es recomendable, especialmente porque puede derramarse y pringar la placa base o el socket, si retiramos el procesador en algún momento. Para aplicar correctamente la pasta térmica, es recomendable echar una gota en el cetro del procesador o de la GPU, cuyo tamaño no debe superar el de un guisante pequeño, y luego dejar que se extienda de forma natural por la presión que hará la base de contacto del disipador.
Con el paso del tiempo, la pasta térmica irá perdiendo propiedades y llegará hasta el extremo de secarse, lo que hará que se pierda esa base de contacto óptima entre la CPU, o la GPU, y el radiador. Si esto ocurre, la transferencia de calor ya no será tan rápida, ni tan buena, y empezaremos a notar temperaturas cada vez  más altas. Si no hacemos nada, podríamos acabar teniendo problemas graves de temperatura, lo que nos lleva al quinto y último apartado.
Pues porque sin la pasta térmica es imposible que se produzca ese contacto óptimo entre la CPU, o la GPU, y la base de contacto del radiador del sistema de refrigeración, de manera que la transferencia de calor será muy baja, y este se acumulará hasta un nivel insostenible en dichos componentes. Si esta está en mal estado y se ha deteriorado por el paso del tiempo, nos encontraremos con la misma situación.
Ventiladores antes de la gestión del cableado.
La gestión del cableado se ha facilitado mucho en los últimos años, gracias, sobre todo, al cuidado que tienen los fabricantes de placas base con la distribución de los diferentes conectores, a las facilidades que dan los fabricantes de chasis para PC, que permiten una gestión cada vez más inteligente del cableado y con menor esfuerzo, y también a la democratización de las fuentes de alimentación modulares.
Un PC con una buena gestión del cableado tendrá menos elementos que puedan afectar al flujo de aire interno, y también una estética más limpia y atractiva, aunque su impacto es relativamente pequeño, salvo que hagamos un desastre o que hayamos optado por un chasis muy reducido. No obstante, es indudable que puede ayudar a mantener el PC bien refrigerado, y por ello debemos darle el valor que merece.
En cuanto a los mantenimientos, estoy hablando de dos grandes claves: mantener el PC limpio, y la pasta térmica en buen estado. Podría traer a colación también las almohadillas térmicas que utilizan algunos componentes, como las tarjetas gráficas, pero estos tienen una mayor vida útil y, en la mayoría de los casos, acabaremos comprando una nueva antes de que tengamos que plantearnos un cambio de almohadillas.
Ventiladores después de la gestión del cableado.
No hay un régimen exacto de limpieza y de cambio de pasta térmica que debamos seguir de forma estricta, ya que esto depende de muchos factores, como la temperatura y la suciedad de la zona en la que se encuentre el PC. Así, por ejemplo, si lo tenemos en un lugar donde se mueve mucho polvo, y el calor es considerablemente alto durante todo el año, sería buena idea limpiarlo a fondo al menos una vez cada dos o tres meses. Por contra, si está en un ambiente donde el polvo es mínimo, podríamos reducir los mantenimientos a un par de limpiezas al año.
Por lo que respecta a cambiar la pasta térmica, es recomendable cambiar la del procesador al menos una vez cada dos años, si utilizamos una pasta térmica estándar. Si utilizamos una de alta calidad, esta aguantará durante más tiempo. Si tenéis dudas sobre este tema, os animo a que echéis un vistazo a este artículo, donde encontraréis  toda la información que necesitáis.
Porque la suciedad se acumula en radiadores y ventiladores, y reduce la efectividad de estos sistemas de refrigeración, lo que al final puede acabar dando problemas importantes de temperatura y nos impide tener el PC bien refrigerado. En el caso de la pasta térmica, esta pierde propiedades y se seca, lo que impide que se produzca una transferencia de calor normal entre el componente y el disipador. En casos extremos, podríamos encontrarnos con problemas de estabilidad y, en última instancia, cuando la pasta térmica se ha convertido en arenilla, es fácil que el componente acabe «muriendo».

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