Onur es sin dudas una de las personalidades más llamativas en la escena latinoamericana de los deportes electrónicos. El coach -ahora agente libre- dijo presente en cuatro disciplinas distintas a lo largo de sus casi 20 años de carrera, y en todas pisó fuerte y dio de qué hablar: Counter Strike, Smite, League of Legends y VALORANT. Con el paso del tiempo fue formando un personaje en base a su experiencia y a lo que trasmite también en redes sociales. Es un tipo duro, muy laburador, con un carácter y una personalidad fuerte, que siempre elige defender su punto de vista, más allá de que se pueda contraponer con los intereses de los actores para los que trabaja. Eso es lo que se logra percibir desde afuera, pero del otro lado hay mucho más, y sobre todo una persona detrás de ese personaje.
Onur nació con los esports. Pero hace 34 años, en el seno de una humilde familia de Arrollito, Rosario (en la provincia de Santa Fe, en Argentina) quien nació fue Rodrigo Dalmagro. Un pibe que creció “en la época donde los chicos se criaban jugando a la pelota en la calle”. “Yo soy quizás de la ultima generación que jugó en la calle”, dice. Pero el potrero fue mutando a algo más virtual, y con la llegada de su adolescencia también llegaron los cibers. Él no tenía una computadora en su casa, así que para jugar iba al de su barrio o pedaleaba seis kilómetros hasta el que estaba en el centro. “Costaba dos pesos la hora pero era caro para mí. Me acuerdo que mi abuela me daba dos pesos doblados, como hacen las abuelas, por abajo… Como si fuera narcotraficante, para que no te vean tus viejos”, recuerda.
En esa época – hablamos del 2003 en adelante-, los esports eran casi una suerte de mito por acá. En otras parte del mundo había personas que ya comenzaban a tomarlo como un trabajo, pero en estas latitudes era más una locura que un sueño. Y más aún en Rosario, donde no había llegado ni la banda ancha. Rodrigo jugaba mucho Counter-Strike, y con su equipo pasaron de ser los mejores del barrio a los mejores de Rosario, pero en los choques con Buenos Aires todavía estaban en desventaja: “Al poder jugar por internet tenían una escena más desarrollada, eran mejores. Y quizás el equipo 10 de Buenos Aires era mejor que el mejor de Rosario. Después la brecha se fue acortando. Me acuerdo que el primer torneo nacional de Counter fue muy simbólico porque había toda una pica entre los equipos de Buenos Aires y los del Interior”. Allí entabló una fuerte amistad con Betony, que más adelante sería su compañero en muchos otros proyectos.
Ese fue el primer gran certamen del que se terminó coronando, y lo recuerda con mucha alegría: “Llegamos a la final por el loser bracket. Copa Tacs se llamaba. Contra el equipo de g3x.arg, que era el mejor de Argentina. Venían un poco cayendo porque habían ganado la WCG y los habían cagado con el premio. Y llegamos a la final y no me acuerdo si fue 2-1 o 2-0, y fue un desconche terrible. Estaban las 10 computadoras enfrentadas y todos los del interior festejando nuestras rondas, y del otro lado los equipos de Buenos Aires. Y cada ronda se caía la tribuna. Un microclima precario, pero habrá habido 400 personas”.
Pero el sueño de vivir del Counter parecía eso, solo un sueño, y Rodrigo chocó con la dura realidad de que faltaban algunos años para que la escena en el país se desarrolle de manera más óptima. Ya a sus 20 años seguía compitiendo, pero sin sponsors y sin un sueldo, y decidió ponerle punto final cuando la qualy de la WCG se suspendió una semana antes, después de varios meses de preparación: “Yo ya había puesto ocho meses de mi bolsillo con los otros chicos, ayudando a los jugadores para que el equipo llegue a punto y lo cancelaron”.
Fueron cinco años de carrera, esfuerzo y dedicación que llevaron a un proyecto que no pudo concretarse por muchas razones externas, y ahora era turno de tomar otros rumbos. Ahí decidió comenzar a estudiar abogacía, aunque fue más por una presión familiar que por gusto propio: “Siempre hubo una tensión en mi familia, que por desconocimiento ellos sentían que yo estaba dejando pasar mi vida. A mí me hacían sentir la presión. En mi adolescencia y en mi juventud sentí esa presión todo el tiempo. No estaban de acuerdo y me lo hacían saber siempre que podían. Mis viejos no eran profesionales. Y las familias que no vienen de estudios formales sueñan con que su hijo tengan el cuadrito del diploma colgado en la pared”.
Ya tenía en claro que la Universidad no iba a ser para siempre, pero fue otro duro golpe de la vida el que lo obligó a abandonar la carrera: “Mi viejo falleció en el 2010. Le dio cáncer. Fue un año muy duro. Él era un tipo súper fuerte, con un carácter extremadamente fuerte. Parecido a mí, tanto físicamente como en cuanto a la personalidad. Fue un cáncer fulminante. Ver a un tipo que percibís como un toro, que se lleva la vida por delante y de repente… Lo que hace el cáncer con las personas solo lo saben quienes están al lado de los procesos. En cuanto a la pérdida de peso, el miedo que les genera, las inseguridades… Lo que hace la degradación de la enfermedad con la persona no hay ninguna palabra que lo pueda describir en cuanto a la brutalidad con la que ataca”.
“Recuerdo ese momento que el médico dice que no se iba a salvar, y no recuerdo si mi familia o el médico toman la decisión de no decírselo a él. El último recuerdo que tengo de él era que me decía que la semana que viene hacíamos algo juntos. Mi vieja y yo lo supimos todo el proceso. Es toda una angustia emocional de acompañar a alguien, no poder decirle la verdad o haber decidido no decírselo, y ver que busca esperanzas de cualquier lado. Desgasta cualquier vínculo familiar, cualquier estabilidad emocional que puedas tener. Para mí fue algo terrible”, recordó con dolor.
Pero no fue el único golpe que afrontó, ya que pocos años después otra triste noticia sacudió a su familia: “Mis abuela Elsa, de parte paterna, vivió toda la vida conmigo y mi viejo. Teníamos una relación muy unida. Imaginate que nadie esta preparado para que se le muera un padre, pero es algo natural. Que mi abuela vea ese proceso de desintegración de su hijo y no poder dar ninguna respuesta… Nadie está preparado. Y eso me partía al medio. Fue muy duro. Después de eso mi abuela tiene dos años buenos pero al tercero le da un ACV y queda con problemas de motricidad y de habla. Se le empezaron a mezclar un montón de cosas”.
En ese entonces su familia analizaba la opción de llevarla a un hogar de ancianos, pero Rodrigo prefirió hacerse cargo y cuidarla él mismo: “Son lugares son muy caros para una familia de clase media baja. Yo estaba en casa, había fracaso en la universidad y sin trabajo. Fue un proceso difícil porque duró muchos años. Tenía que ocuparme de despertarla, acostarla y todo lo que hay en el medio. Nadie está preparado para eso. Se te mezclan sentimientos y muchas cosas. Pero yo no la quería ver en un hogar de ancianos. Mi familia me apoyaba, venían a la tarde, tomaban la merienda, pero era duro el resto del día”.
Pero entre los momentos malos, una ventana nueva se abrió, porque aprovechando el tiempo en su casa conoció el League of Legends, que por aquel entonces estaba en season cuatro, y con Betony comenzaron una nueva pasión: la de los MOBA. Meses después conocieron el Smite, un título creado por Hi-Rez que enfrentaba a dos equipos de cinco players, pero cuyos personajes eran dioses. “Pensé: ‘voy a agarrar el Smite que está en season 1 y capaz podemos dar pelea. Siempre pensando en cómo ganarle a los mejores del mundo, cuando estaba con 60 hz en mi casa, en una pc vieja y prestada, pero siempre con la idea de ponerme serio. Me acuerdo que estábamos practicando, mi abuela se levantaba de la cama, quería caminar y se caía en el medio del entrenamiento y yo tenia que pedir pausa a los gritos porque se cayó mi abuela. Cosas muy terribles. Cuando viajaba a los torneos mi familia y una chica que contratamos me ayudaba un par de horas”, recordó.
Las horas dedicadas al Smite rindieron sus frutos, el equipo fue adquirido por Isurus Gaming y llegó a las primeras instancias regionales. Estuvo a punto de disputar el primer certamen latinoamericano pero por temas administrativos quedaron afuera, y en la season 2 viajaron a Colombia en busca del título y el pasaje al Mundial que iba a jugarse en Atlanta: “La primera vez de cualquier cosa que hagas tiene un sentimiento diferente. Viajamos a Bogotá con Isurus, jugamos la final contra KLG y le ganamos 3-1 en la Galería de Bellas ARTES, un lugar hermoso. Había como 500 personas. Encima contra KLG, que había pica que se arrastraba de LoL. Estaban Betony, Kala (CEO de Isurus), Nozwer (a quién luego dirigió en VALORANT). Fue un momento muy muy lindo y habíamos clasificado al Mundial”.
Sin embargo la vida golpea de maneras impredecibles y cuando menos te lo imaginás, y a Onur le llegó esa misma noche: “Yo la tenía por las nubes cuando le ganamos. Y recuerdo que volví al hotel y estaba Kala en el ascensor y me dice que mi abuela había fallecido ese mismo día. Y bueno, fue duro. Perdón, pero me emociono. Fue complicado. Estar tan arriba, los chicos hablaban de festejar, del Mundial… Y justo ese mismo día me viene a pasar eso. Y vos decís, ¿cuáles son las chances? Porque los últimos tres años no me había ido de casa, había estado con ella. Y justo las dos semanas que me fui por un bootcamp y el torneo… Yo volvía a las 48 horas. Son las cosas que uno no entiende de la vida. Ni al velorio pude ir porque no me podían esperar, pero sí pude ir al entierro. Lo intente meter debajo de la alfombra, viajé a Buenos Aires y me puse a entrenar con el equipo para ir al Mundial”.
Casi sin poder procesarlo tuvo que viajar a Atlanta a disputar el Smite World Championship, y tras caer con Epsilon (terminaron siendo los campeones del mundo) y Oh My God B se despidieron del certamen. Al otro año volvieron a clasificar a la final regional, otra vez en Bogotá y casi como si fuera obra del destino, atravesó otro feo momento, esta vez en la previa de la serie: “Cuando me fui a acostar la noche anterior estaba por dormirme y de la nada mis pulsaciones fueron a 1000. Fue como si me estuviera dando un infarto. Me empezaron a temblar las piernas, empecé a transpirar, no entendía bien que me pasaba. Fui a la ducha, apagué la luz, me senté en el piso y pensé ‘No sé que mierda pasó, mañana tengo la final, me tengo que acostar’. Volví a la cama y pasó lo mismo. Se me dispara a 1000 el corazón. Eso me paso de las 00:00 a las 6 AM seis veces. Llamé a un médico y me dijo que me estaban dando ataques de pánico producto del estrés. Y yo creo que haber estado un año atrás, misma fecha, misma situación, mismo lugar. Lo que no pude llorar o el trauma que no pude tratar se me estaba manifestando físicamente. No dormí, fui a jugar la final, el ambiente era malo, perdimos 2-3, un throw terrible. Íbamos ganando, 20k de diferencia de oro y se nos termina escapando. Y ahí yo me retiré. Sentía que tenía que ocuparme de algo”.
Estaba en la cima de la región, pero decidió dar un paso al costado en el competitivo y busco priorizar su salud mental: “Tuve que volver a mi casa. No tenía ni obra social ni dinero para ir al médico. No tenia nadie al lado que me de una mano y me tuve que curar a mí mismo. Los traumas psicológicos son re difíciles de curar. No tenía dinero para ir el psicólogo. Estaba a la buena de Dios. Estaba re cagado, pero algo tenía que hacer, y pensé en sanar mi cuerpo para ver si eso ayudaba a mi mente. Me metí a un gimnasio y empecé a hacer dieta. Dicen que el deporte te ayuda a relajar el cuerpo y la mente. Nunca más me volvieron a dar ataques de pánico, pero viví un año con miedo a que me den. Es como un círculo vicioso. Vos querés evitar los ataques, y en esa intención empezás tener pensamientos negativos. Así comenzás a desarrollar ansiedad y a tomar decisiones negativas para con con tu vida. Estuve un año y medio entrenando a full pero mi cabeza no estaba en orden”.
En ese momento comenzó otra etapa de su vida, alejado de las altas competencias, enfocado en sí mismo y en reforzar talentos amateurs en League of Legends. Fue coach de algunos equipos Tier 3 y Tier 2, incluido el Furious Gaming Red, y a mediados del 2018 Isurus le propone el cargo de entrenador para el primer equipo de LoL, que en aquel momento disputaba la Copa Latinoamérica Sur en Chile. La decisión no era sencilla, no porque no confiara en sus aptitudes, sino porque temía que los ataques volvieran, y finalmente eligió “en base al coraje”.
Así armó sus valijas y viajó a Santiago en busca de otro desafío. En aquel split finalizó tercero. Durante 2019 coacheó a Undead en LVP (la segunda división) y para el Clausura volvió a la CLS, esta vez con la escuadra principal de Furious. La Calavera incorporó a Bvoy, un ADC surcoreano que mostró un gran nivel, y el roster compuesto por Aloned, Josedeodo, Emp, Bvoy y Shadow se convirtió en candidato al título, aunque cayó por 3-2 ante XTEN en cuartos, que en ese entonces contaba con Feiz, que luego cambió su nombre a Deokdam, y actualmente es jugador de DWG KIA en la LCK de Corea del Sur.
En 2020 la Copa Latinoamérica Sur y la Liga Latinoamérica Norte se unen y pasan a formar la Liga Latinoamérica, con base en Ciudad de México. Riot Games abrió postulaciones y Furious formó parte de los ocho equipos que la integraron. La Calavera, que sumó a Betony como analista, no comenzó bien el certamen y pocas semanas después se desató la pandemia. Hubo un fin de semana en que no se jugó para decidir si seguiría de manera presencial con o sin público, u online, y en ese momento se desató una polémica. Onur quería que se juegue totalmente en línea, con cada equipo desde su casa, y discutiendo en Twitter le contestó a un riotter: “Lo correcto es jugar online. Ojalá que el finde te tosa en la cara un chinardo”. Por el comentario, Riot decidió sancionarlo con no poder dirigir desde el 30 de marzo hasta el 4 de mayo, por lo que se perdió todo el split. El equipo finalizó en último lugar.
“Fue un chiste que me salió mal. Lo tomaron como si fuese racismo en su momento. Pero la jerga, de agregarle el ‘ardo’ era lo que se usaba. Quise hacer un juego de palabras y quedó mal. Y también cayó mal que dijeron que le deseaba COVID a otra persona. Tampoco fue agradable porque si me decís ‘¿te gustaría desearle una enfermedad a una persona?’ No, me arrepiento. No lo hubiera dicho en serio, fue un chiste que salió mal. La intención original mía era demostrar la ironía en ese momento. Riot quería suspender el público pero que los equipos jueguen en stage”, explicó.
A raíz de eso, Onur cuenta que fue él quien empujó para que todos los equipos cuenten con servicio médico para sus jugadores. “No teníamos cobertura en México. Los profesionales son contratados, no en relación de dependencia, sino como profesionales independientes y vos te tenés que pagar tu propia cobertura. Si nos enfermábamos y necesitábamos internación, ¿dónde íbamos? ¿Al servicio de salud de México? Estábamos regalados. Yo quise decir -de esa manera equivocada- que se estaban cuidando muchas cosas, como la liga o cumplir compromisos con sponsors y querían que se continué de todas formas. Fue para mostrar la paradoja. Me salió mal la forma, y por lo que dije los equipos se juntaron con Riot y logré que todos contraten un seguro médico para todos los jugadores. Cualquier jugador que se hubiese enfermado le cubría entre 40.000 y 80.000 dólares de servicio hospitalario. Son todas cosas que por ahí no se saben. Pero si querés que continúe la presencialidad, la idea de un seguro médico debería salir de ellos, no por una pelea de sindicato que no es. Tuve que poner la cara yo y pelear por eso. Ese tipo de actitud me hace ganar gente que dice ‘cuidado con El Pela que te puede salir con un martes 13??, aseguró.
Y justo eso pasó al poco tiempo, porque a mediados de año le llegó una propuesta de un equipo de LVP Chile, aunque le avisaron que su nombre estaba en una suerte de “lista negra”, y que recomendaban no contratarlo. “No iba a tomar ese proyecto pero ejemplifica lo que creen de mi figura. Entienden que trabajo bien pero tienen miedo que salga con algo, que si algo no me gusta, lo diga sin reparo y que no cuide los intereses de los actores de la escena o de los equipos o la liga. Un poco ese miedo está”, aseguró.
Con el COVID llegando a todo el mundo, la vuelta a Argentina o a Chile, donde vivía su pareja, se dificultaba y cada vuelo que tenía disponible se cancelaba un día antes. Además, la convivencia con los jugadores, sus ex dirigidos, en la Gaming House, no era la mejor y hacían presión para que se vaya. “Sentí que los jugadores de LoL son muy indisciplinados. Son semiprofesionales. Son muy buenos jugando pero en cuanto a la ética de trabajo y a la predisposición a trabajar con staff y seguir lineamientos del entrenador… En esa parte no se bien el motivo, quizás sea multifactorial, pero les cuesta. Y no me ha pasado solamente a mí. Quizás la pool de jugadores sea relativamente chica y los equipos siempre que quieran ganar tengan que ceder autonomía y autoridad en favor de esos jugadores para contratarlo y no tener conflictos internos. En mi experiencia me ha tocado entrenar grupos muy difíciles, siendo reacios a ser entrenados, con rasgos de inmadurez. Es una industria difícil de entrenar. Quizás otros juegos como vienen del amateurismo, como en VALORANT, tienen otra predisposición. En el LoL cuando los jugadores jóvenes se suman a un equipo se encuentran con jugadores veteranos que tienen malos hábitos. Y los toman de ejemplo y se hace un círculo vicioso que no termina nunca de ser cortado. Esa fue mi experiencia en LoL”, analizó desde su propia experiencia como coach.
Pero Onur siempre va por más, y luego de su paso por el League of Legends decidió explorar nuevos terrenos y apostar por otro título de Riot, el VALORANT, cuya escena estaba en pañales, y -tal cual hizo con Smite- se metió de lleno, en busca una vez más de conquistar el competitivo. La siguiente página de su historia la escribió en apenas un año y es la protagonista de la segunda parte de este artículo.
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